Sígueme en Twitter

viernes, 25 de mayo de 2012

Tu desnudez


Cuando estoy en casa parece que todo está bien, pero no lo está.
Quizá no sea el lugar si no en dónde puedo estar segura y el único lugar en donde puedo estarlo es en mi mente, pero al mismo tiempo es el lugar que más me aterra.

Dime por qué lloras. Dime por qué mientes. Dime por qué haces todas esas cosas.
Te miro día a día caminando por esa pequeña vereda en el valle que conecta con la vía láctea.
Podrías pasear por todo el universo a través de esa vereda, pero te quedas ahí, en ese pequeño valle.
Dices que no quieres cambiar tu mundo, no quieres explorar otros. Me diste una buena razón.
Me gustó.
Tienes todo lo que podrías desear y más.
¿Para qué alejarte de todo y obtener nada? 
Tienes toda la razón.

Cuando caminas por esa pequeña vereda a lo lejos noto tu forma pensativa. Conozco bien tus gestos. Te conozco.

Hay cosas que me aterran y otras que me hacen más fuerte a la vez.

Mi mente, gran sótano en vacío, como un pozo sin fondo y a la vez como una gran azotea en la cual uno puede acercarse hacia la luna distante.

Jamás me alejaré.

Me da miedo alejarte.

¿Qué demonios estoy pensando?

Ya divagué mucho.

Me acerco a ti, sigo esa pequeña vereda. El pasto acaricia mis pies desnudos. Hay un columpio pequeño a lo lejos que nos saluda con la risa del viento. Cuando llego hacia a ti, te abrazo por la espalda, rozo suavemente tu alma con mi latir. Cuando llego a tu abdomen tu cuello se ha girado dejando tus labios desnudos en la inmensidad de mi deseo.
Los miro.
Cierro los ojos.
Sonrío.

Siento.

Sueño.

Vivo.